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Memoria del Secretario General sobre la labor de la Organización (2021)

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INTRODUCCIÓN

El pasado año, la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19) marcó la tónica en todo el mundo y también en las Naciones Unidas. El planeta está de luto por los millones de personas que hemos perdido y la pandemia es el mayor problema de alcance universal que ha surgido desde que se fundó nuestra Organización, sin que ningún país haya podido escapar al dolor, la incertidumbre y la vulnerabilidad. Las crisis mundiales que desencadenó la pandemia en los ámbitos sanitario, social, económico y de los derechos humanos pusieron de relieve la importancia de la cooperación multilateral y supusieron para ella una prueba de fuego.

Las Naciones Unidas han desempeñado una función crucial para dar respuesta a la pandemia, desde proteger a personas y empleos hasta ayudar a los Gobiernos a velar por una recuperación sostenible y equitativa. Prestamos apoyo a unos 160 países para hacer frente al impacto sanitario, humanitario, social y económico de la COVID 19 y ayudamos a más de 260 millones de niños a acceder a la enseñanza a distancia. De forma paralela, contribuimos a la creación y puesta en marcha del Acelerador de Acceso a las Herramientas contra la COVID-19 (Acelerador ACT) y del Mecanismo COVAX para el Acceso Mundial a las Vacunas contra la COVID-19. La única manera de acabar con la pandemia es suministrar vacunas a todos los países.

También hemos aportado un liderazgo y una contribución activos a las conversaciones más generales sobre la seguridad sanitaria, la estabilidad financiera mundial y el incipiente reconocimiento de que el mundo es sumamente frágil. Y su fragilidad obedece al aumento de la pobreza y el hambre, los prolongados conflictos y crisis de derechos humanos, los niveles descontrolados de desigualdad dentro de las sociedades y entre ellas, el desarrollo sin normas de las nuevas tecnologías, la erosión del régimen de desarme nuclear y la triple crisis planetaria que representan el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la creciente contaminación del aire y el agua. Hoy es más evidente que nunca que nuestros destinos están indisociablemente unidos y que la incapacidad de resolver los problemas comunes está creando unos riesgos que no podemos aceptar.

El camino para lograr sociedades más fuertes y resilientes pasa por un proceso de recuperación transformativa que se base en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París. El año pasado colaboramos estrechamente con Gobiernos de todo el mundo a fin de poner en marcha la década de acción para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, respaldando medidas de recuperación que aborden la crisis climática, inviertan en energías renovables y sostenibilidad, reduzcan las desigualdades y la exclusión y promuevan la igualdad de género. Hemos apoyado amplios esfuerzos por proporcionar sistemas sólidos de protección social y fortalecer los sistemas de salud y la cobertura sanitaria universal. Tras el llamamiento a la paz en el hogar que hice en abril de2020, todo el sistema de las Naciones Unidas se centró en la importancia de que las políticas de respuesta tuvieran en cuenta las cuestiones de género, incluida la protección contra la violencia de género.

Nuestros debates sobre la financiación para el desarrollo sirvieron para establecer una nueva forma de trabajar, en colaboración con las instituciones financieras internacionales, y ofrecieron la posibilidad de adoptar ideas innovadoras que ayuden a los países de ingresos bajos y medianos a invertir en su población y evitar el impago de la deuda. En una serie de mesas redondas dedicadas a las mujeres economistas se articularon nuevas estrategias para conseguir una recuperación ecológica, inclusiva y sostenible.

Nuestros esfuerzos por movilizar la acción climática mundial, que van desde la publicación de informes basados en datos científicos hasta campañas públicas y negociaciones privadas, han contribuido a crear una coalición cada vez más amplia cuyo objetivo es lograr emisiones netas de valor cero para mediados de siglo y a concienciar a los inversionistas de que los combustibles fósiles entrañan más riesgos y costos que la energía renovable. En diciembre de 2020 se celebró la Cumbre sobre la Ambición Climática, durante la cual 75 países y numerosas empresas y ciudades presentaron sus planes y compromisos sobre las medidas que iban a adoptar para conseguir que en 2030 el nivel de las emisiones mundiales sea un 45 % inferior al de 2010, conforme al Acuerdo de París. También movilizamos a la comunidad internacional para abordar el déficit de fondos de las medidas de adaptación y resiliencia, insistiendo en que hay que prestarles la misma atención que a los esfuerzos por reducir las emisiones. De cara a los eventos cruciales sobre el clima y la biodiversidad que tendrán lugar en 2021, debemos aprovechar esos resultados para tratar de impulsar de manera irreversible la recuperación verde y una transición justa.