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Los primeros 100 días de una creciente emergencia mundial de salud y humanitaria

Los recortes de Estados Unidos a la ayuda exterior están perjudicando a personas atrapadas en conflictos y crisis.

Tres meses después de que la administración Trump suspendiera toda la asistencia internacional a la espera de una revisión, Estados Unidos ha eliminado gran parte de su financiación para programas de salud global y ayuda humanitaria, ha desmantelado la estructura gubernamental federal encargada de supervisar estas actividades y ha despedido a muchos de los responsables clave de su implementación. Pacientes de todo el mundo tratan de entender cómo podrán continuar con sus tratamientos, los proveedores médicos luchan por mantener servicios esenciales y las organizaciones humanitarias alertan sobre el aumento desmedido de necesidades en países que ya enfrentan emergencias.

“Estos recortes repentinos por parte de la administración Trump son un desastre provocado por el ser humano para millones de personas que luchan por sobrevivir en medio de guerras, brotes de enfermedades y otras emergencias”, afirmó Avril Benoît, nuestra directora ejecutiva en Estados Unidos.

“Somos una organización de respuesta a emergencias, pero nunca habíamos visto una interrupción tan masiva en programas de salud global y ayuda humanitaria. Los riesgos son catastróficos, especialmente porque quienes dependen de esta asistencia son ya de por sí algunas de las personas más vulnerables del mundo”.

Estados Unidos ha sido históricamente el mayor donante en salud global y asistencia humanitaria, responsable de alrededor del 40% de toda la financiación relacionada. Estas inversiones han contribuido a mejorar la salud y el bienestar de comunidades en todo el mundo, y representaban menos del 1% del presupuesto federal anual.

Poner fin de manera abrupta a esta parte tan significativa del apoyo ya está teniendo consecuencias devastadoras para las personas que dependen de la ayuda, incluyendo aquellas en riesgo de desnutrición, enfermedades infecciosas o atrapadas en crisis humanitarias. Estos recortes forman parte de una agenda política más amplia que impacta de manera profunda a quienes ya tienen acceso limitado a la atención médica debido a la persecución y la discriminación, como personas refugiadas y migrantes, civiles atrapados en conflictos, personas LGBTQI+ y cualquier persona que pueda quedar embarazada.

Incluso los pocos programas financiados por EE. UU. que aún permanecen activos tienen un futuro incierto. Según un correo interno del Departamento de Estado obtenido por los medios, la administración planea extender otros 30 días el período de revisión inicial de 90 días sobre la ayuda exterior, que debía concluir el 20 de abril.

MSF no aceptamos financiación del gobierno estadounidense, por lo que no se vemos directamente afectados por estos cambios radicales, a diferencia de muchas otras organizaciones humanitarias. Seguimos comprometidos con brindar atención médica y apoyo humanitario en más de 70 países. Sin embargo, ninguna organización puede hacer este trabajo sola. Colaboramos estrechamente con otras organizaciones sanitarias y humanitarias para prestar servicios vitales, y muchas de nuestras actividades dependen de programas que han sido interrumpidos por estos recortes. Proporcionar atención será mucho más difícil y costoso cuando tantos ministerios de salud se han visto afectados y hay menos aliados locales. También enfrentaremos menos lugares a donde derivar pacientes para servicios especializados, además de escasez de suministros debido a la interrupción de las cadenas logísticas.

En medio del caos y la confusión, nuestros equipos ya están presenciando algunas de las consecuencias potencialmente mortales de estas decisiones. Recientemente, la administración canceló casi toda la ayuda humanitaria a Yemen y Afganistán, dos de los países con mayores necesidades humanitarias del mundo. Tras años de conflicto y crisis acumuladas, se estima que 19,5 millones de personas en Yemen -más de la mitad de la población- dependen de la ayuda. Castigar a poblaciones civiles atrapadas en estos conflictos socava los principios fundamentales de la acción humanitaria.

En todo el mundo, nuestros equipos han visto cómo organizaciones financiadas por EE. UU**. reducen o cancelan actividades vitales**: campañas de vacunación, protección y atención a personas en zonas de conflicto, servicios de salud sexual y reproductiva, acceso a agua potable y saneamiento adecuado.

“Es impactante ver cómo EE. UU. abandona su papel de liderazgo en la salud global y la respuesta humanitaria”, afirmó Benoît. “La ayuda estadounidense ha sido un salvavidas para millones de personas, y retirarla provocará más muertes evitables y sufrimiento. No podemos aceptar esta peligrosa nueva normalidad. Instamos a la administración y al Congreso a mantener su compromiso con la ayuda humanitaria y sanitaria crítica a nivel mundial”.

Panorama: cómo los recortes de ayuda de EE. UU. están afectando a personas en todo el mundo

  • Desnutrición: los recortes afectan gravemente a regiones de Somalia afectadas por sequía crónica, inseguridad alimentaria y desplazamiento. En Baidoa y Mudug, la reducción de operaciones está agravando la escasez de servicios de salud y programas nutricionales. Se cerraron clínicas materno-infantiles y un centro de alimentación terapéutica que atendía a cientos de menores. Desde los recortes, hemos reportado un aumento de casos de desnutrición aguda grave en Baidoa.
  • VIH: los recortes a PEPFAR y USAID han provocado cierres de programas de VIH en países como Sudáfrica, Uganda y Zimbabue. En Honduras, nuestro programa en San Pedro Sula registró un aumento del 70% en la distribución de PrEP y un 30% en consultas de salud entre enero y marzo, mientras se reducía el acceso a otros servicios de prevención.
  • Brotes: en zonas fronterizas entre Sudán del Sur y Etiopía, respondemos a un brote de cólera mientras otras organizaciones han reducido su presencia. Save the Children, por ejemplo, suspendió clínicas móviles en el condado de Akobo. Cinco niños y tres adultos murieron intentando llegar a centros de tratamiento.
  • Salud sexual y reproductiva: en más de 20 países, hemos reportado interrupciones en programas de salud sexual y reproductiva que usábamos como referencia. En Cox’s Bazar, en Bangladesh, los proveedores no pueden ofrecer kits de parto o anticonceptivos. Se han interrumpido también las derivaciones para emergencias como el posaborto.
  • Migración: los servicios de protección esenciales se han cerrado o reducido drásticamente en lugares como Danlí, San Pedro Sula, Tapachula y Ciudad de México, dejando a las personas migrantes sin refugio, comida ni apoyo legal o psicosocial.
  • Agua potable: tras el congelamiento de la ayuda, varias organizaciones detuvieron la distribución de agua en zonas afectadas por conflicto, como Darfur (Sudán), Tigray (Etiopía) y Puerto Príncipe (Haití). En marzo, asumimos la distribución de agua en cuatro campos de desplazados en Puerto Príncipe, atendiendo a más de 13.000 personas.
  • Vacunación: la decisión de EE. UU. de recortar fondos a Gavi podría negar la vacunación rutinaria a 75 millones de niños y niñas en cinco años, con más de 1,2 millones de muertes potenciales. MSF, que obtenemos más de la mitad de sus vacunas a través de Gavi, veríamos impactos importantes en países como República Democrática del Congo, donde en 2023 vacunamos a más de 2 millones de personas.
  • Salud mental: en el campo de refugiados de Kule (Etiopía), una organización financiada por EE. UU. suspendió de forma abrupta los servicios de salud mental y social para supervivientes de violencia sexual, dejando un vacío que no podemos cubrir por completo.
  • Enfermedades no transmisibles: en Zimbabue, los recortes obligaron a un proveedor local a suspender la búsqueda activa de mujeres para pruebas de detección de cáncer de cuello uterino, principal causa de muerte por cáncer en el país. La falta de diagnóstico y tratamiento hace que estas actividades sean vitales.