I. Introducción
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El presente informe se ha preparado en cumplimiento de la solicitud formulada en la declaración de la Presidencia del Consejo de Seguridad de 21 de septiembre de 2018 (S/PRST/2018/18), así como en respuesta a las solicitudes de información sobre temas específicos que formuló el Consejo en sus resoluciones 2286 (2016), 2417 (2018), 2474 (2019), 2475 (2019) y 2573 (2021).
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El informe se presenta en el contexto del conflicto en Ucrania, que ha causado insoportable dolor y angustia y ha repercutido mucho más allá de Ucrania. Hospitales, escuelas, edificios de apartamentos y refugios han sido blanco de ataques. Doce millones de ucranianos se han visto obligados a abandonar sus hogares. La población civil de ciudades sometidas a cerco ha quedado atrapada y ha visto cortado su acceso a suministros esenciales. La perspectiva de un conflicto nuclear, antes impensable, vuelve a ser una posibilidad. Se han disparado en todo el mundo los precios de los alimentos, el combustible y los fertilizantes. Las cadenas de suministro, ya bajo la presión que supone la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19), se han visto perturbadas. Todo ello está afectando con mayor dureza a las personas más pobres, exacerbando el sufrimiento en otras situaciones de conflicto y sembrando las semillas para el aumento de la inestabilidad y las convulsiones políticas en todo el mundo, con consecuencias directas para la protección de los civiles.
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La humanidad también está angustiada por la implacable pandemia de COVID-19, que ha causado unos 15 millones de muertes entre el 1 de enero de 2020 y el 31 de diciembre de 2021 y ha dejado a innumerables personas lidiando con problemas de salud. Sumada a los conflictos, la pandemia está agravando el sufrimiento humano y sometiendo a una enorme presión a debilitados servicios de salud. Las vacunas han permitido controlar la pandemia en muchas partes del mundo, pero su distribución sigue siendo extremadamente desigual. Casi 3.000 millones de personas siguen esperando por su primera dosis de la vacuna, muchas de ellas en situaciones de conflicto en que los sistemas sanitarios son débiles y la confianza pública es escasa.
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En 2021, conflictos armados en varios países confluyeron con la violencia intercomunitaria, las protestas violentas, la delincuencia organizada u otras formas de violencia, lo que suscitó preocupación por los abusos y las violaciones de los derechos humanos, agravó el sufrimiento y oscureció las distinciones entre los conflictos armados y otras situaciones de violencia. En algunos países en situación de conflicto, cambios inconstitucionales de gobierno provocaron más violencia. La crisis climática también ha exacerbado las vulnerabilidades relacionadas con los conflictos, como la inseguridad alimentaria, alimentando la violencia y agravando las crisis humanitarias.
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El conflicto armado siguió caracterizándose por un alto nivel de muertes, lesiones y traumas psicológicos entre los civiles, violencia sexual, tortura, separación de familias y desapariciones. El conflicto dañó y erosionó infraestructuras vitales, perturbando servicios esenciales de agua, saneamiento, electricidad y salud y agudizando las privaciones, el hambre y los desplazamientos. El mal uso de las tecnologías digitales facilitó la difusión de información errónea, la desinformación y los discursos de odio, alimentando la dinámica de los conflictos y aumentando los riesgos de daños a los civiles. Las hostilidades, los impedimentos burocráticos, los efectos adversos de las sanciones y las medidas contra el terrorismo en las actividades humanitarias, la violencia contra el personal y los activos humanitarios y otras dificultades se superpusieron para obstaculizar el acceso humanitario, con severas consecuencias para los civiles necesitados. En la sección II del presente informe se examina el estado global de la protección de los civiles en 2021; en la sección III se examinan los retos a los que se han enfrentado las operaciones humanitarias en los últimos años.