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Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos 2025 de las Naciones Unidas: Montañas y glaciares - Torres de agua - Resumen ejecutivo

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En línea con la designación de 2025 como Año Internacional para la Conservación de los Glaciares y con la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas del año 2022 sobre el desarrollo sostenible de las montañas, este informe desea llamar la atención internacional sobre la importancia de las aguas de montaña, incluidos los glaciares alpinos, para el desarrollo sostenible de las regiones montañosas y para las sociedades que dependen de ellas río abajo en el contexto de los rápidos cambios que está experimentando la criosfera de montaña.

Estado de los recursos hídricos del mundo

A tenor de las estimaciones mundiales más recientes (de 2021), el sector agrícola domina las extracciones de agua dulce (72%), seguido de la industria (15%) y el uso doméstico o municipal (13%). Las extracciones de agua dulce específicas de cada sector varían considerablemente en función del nivel de desarrollo económico de cada país. Los países con ingresos más altos utilizan más agua para la industria. En cambio, los países con ingresos más bajos utilizan el 90% (o más) de su agua para el riego agrícola.

Durante el período de 2000–2021, las extracciones mundiales de agua dulce aumentaron un 14%, lo que equivale a una tasa media de crecimiento de un 0,7% al año. Gran parte de este incremento se produjo en ciudades, países y regiones que están experimentando un rápido crecimiento económico. El crecimiento demográfico no parece ejercer una influencia significativa en el incremento de la demanda de agua. De hecho, los países en los que el consumo de agua per cápita es más bajo, como varios países de África Subsahariana, a menudo son los que registran un mayor crecimiento demográfico.

Veinticinco países —que concentran un cuarto de la población mundial— se enfrentan cada año a un estrés hídrico extremadamente alto. Alrededor de 4 000 millones de personas, o sea la mitad de la población mundial, sufren una grave escasez de agua por lo menos durante una parte del año.

El cambio climático está acentuando la variabilidad estacional y la incertidumbre sobre la disponibilidad de agua en la mayoría de las regiones. La contaminación, la degradación de tierras y ecosistemas y los peligros naturales pueden comprometer aún más la disponibilidad de recursos hídricos.

Avances hacia el logro del Objetivo de Desarrollo Sostenible 6

El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 6 apunta a garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible de agua y saneamiento para todos.

El progreso hacia la consecución de las metas del ODS 6 no está avanzando; por lo que concierne a algunas metas, está gravemente estancado.

Por ejemplo, se estima que 2 200 millones de personas (27% de la población mundial) carecían de acceso a agua potable gestionada de manera segura en 2022; además, cuatro de cada cinco personas que vivían en zonas rurales carecían incluso de servicios básicos de agua potable.

En lo que atañe al saneamiento, la situación es peor: en 2022, 3 500 millones de personas en todo el mundo carecían de acceso a saneamiento gestionado de manera segura. Solo la mitad de la población tenía acceso a estos servicios en América Latina y el Caribe, Asia Central y Meridional. La cobertura en África Subsahariana era solamente del 24%.

El vacío de datos y las deficiencias en la monitorización siguen impidiendo una evaluación exacta de las demás metas del ODS 6, como las que se refieren a la gestión de los recursos hídricos, la calidad del agua, los ecosistemas relacionados con el agua y el entorno propicio.

Las regiones montañosas

Por el hecho de ser las “torres de agua” del mundo, las montañas son una fuente esencial de agua dulce. Son de capital importancia para satisfacer las necesidades humanas básicas, como el suministro de agua y saneamiento. Estas aguas también son vitales para garantizar la seguridad alimentaria y energética de miles de millones de personas que viven en zonas montañosas, alrededor de ellas y en las zonas situadas río abajo.

Las principales actividades económicas de las regiones montañosas son la agricultura, el pastoreo, la silvicultura, el turismo, la minería, el comercio transfronterizo y la producción de energía. Las regiones de montaña suministran productos de alto valor, como plantas medicinales, madera y otros productos forestales, ganadería de montaña única y especialidades agrícolas. Son focos mundiales de agrobiodiversidad, ya que en las montañas se conservan gran parte de las reservas genéticas de las plantas de cultivo y medicinales.

Las montañas poseen una amplia gama de zonas ecológicas, cada una de las cuales es resultado de una combinación específica de factores, como altitud, geomorfología, aislamiento y condiciones micro-climáticas (por ejemplo, insolación). Por consiguiente, suelen tener una mayor biodiversidad endémica que las tierras más bajas, que incluye importantes variedades genéticas de plantas de cultivo y animales. Del mismo modo, poseen una gama de culturas humanas igual de amplia.

Los glaciares y la criosfera de montaña

La criosfera de montaña es uno de los componentes del Sistema Tierra más sensibles al cambio climático mundial. Las montañas suelen garantizar una mayor escorrentía superficial por unidad de superficie que las tierras bajas, ya que registran más precipitaciones y menos evaporación. Los glaciares alpinos también almacenan y liberan agua, aunque durante períodos de tiempo mucho más largos. En varias regiones de alta montaña, la formación de una capa de nieve estacional proporciona la mayor parte del almacenamiento de agua dulce.

La mayoría de los glaciares del mundo, incluidos los de montaña, están derritiéndose a un ritmo cada vez mayor. Sin embargo, en la mayoría de las cuencas fluviales con componente criosférico el deshielo de la nieve alimenta más la escorrentía y suele ser considerablemente mayor que el deshielo de los glaciares.

El calentamiento global está acelerando el derretimiento de glaciares, disminuyendo la cobertura de nieve, incrementando el deshielo de permafrost y provocando más lluvias extremas y amenazas naturales. Los cursos de agua procedentes de las montañas se volverán más erráticos, imprevisibles y variables. Los cambios en el calendario y el volumen de los caudales máximos y mínimos, el aumento de la erosión y de la carga de sedimentos repercutirán en la cantidad, la disponibilidad y la calidad de los recursos hídricos río abajo.

El polvo, los depósitos de hollín derivados de la combustión, incluido el carbono negro, y la proliferación microbiana y de algas en la nieve y en la superficie de los glaciares son cada vez más habituales a causa de la mayor frecuencia e intensidad de las tormentas de polvo, la contaminación del aire y los incendios forestales. Al disminuir el albedo de la superficie hasta la siguiente nevada, estos factores pueden acelerar el ritmo de fusión.

Las consecuencias del cambio climático, como el aumento de las temperaturas, la regresión de los glaciares, el deshielo del permafrost y los cambios en los patrones de precipitaciones, pueden incrementar el riesgo de inundaciones y corrimientos de tierra. Los procesos asociados a estos riesgos, como flujos de escombros e inundaciones, avalanchas, desprendimientos de rocas y cascadas de hielo, corrimientos de tierras e inundaciones por desbordamientos de presas y de lagos glaciares (GLOF, por sus siglas en inglés), pueden constituir una importante amenaza para las comunidades, la fauna y la infraestructura.

Alimentación y agricultura

La agricultura y el pastoreo son recursos esenciales para la subsistencia de la población de las zonas rurales de montaña. Una de cada dos personas que viven en zonas montañosas en los países en desarrollo es vulnerable a la inseguridad alimentaria. La lejanía y la inaccesibilidad, sumadas a la degradación de la tierra (que determina la mala calidad de los suelos) y a las grandes variaciones en el suministro estacional de agua, plantean importantes desafíos para la agricultura de montaña.

Las comunidades de montaña conservan muchas de las variedades de plantas de cultivo y medicinales más raras. Han forjado un valioso patrimonio de conocimientos tradicionales y técnicas de cultivo, de producción ganadera y de recogida de agua que contribuye a mantener ecosistemas enteros.

Los Pueblos Indígenas de las montañas poseen conocimientos, tradiciones y prácticas únicos y valiosos que contribuyen a la consecución de sistemas alimentarios sostenibles, a la gestión de las tierras y a la conservación de la biodiversidad. El cultivo en terrazas se puede adaptar a las condiciones de las pendientes locales. Entre los numerosos beneficios que aporta cabe destacar el hecho de reducir la escorrentía superficial, facilitar la conservación del agua, reducir la erosión del suelo, estabilizar las laderas, mejorar el hábitat y la biodiversidad y mantener el patrimonio cultural.

Las respuestas a los impactos climáticos en las montañas varían considerablemente, tanto por sus objetivos y prioridades como por la velocidad de implementación, la gobernanza, la modalidad de toma de decisiones y la magnitud de los recursos económicos y de otra naturaleza necesarios para implementarlas. Las respuestas de adaptación generalmente incluyen cambios en las prácticas agrícolas, desarrollo de infraestructura, incluida la infraestructura de almacenamiento de agua, la aplicación del conocimiento indígena, la capacitación de las comunidades y la adaptación basada en los ecosistemas (AbE).

Los asentamientos humanos y la reducción del riesgo de desastres

Alrededor de 1 100 millones de personas viven en regiones montañosas, y dos tercios de ellas se concentran en pueblos y ciudades. El aislamiento de las comunidades de montaña, la dificultad de los terrenos y la mayor exposición a los riesgos naturales a menudo provocan un aumento del precio del transporte, de la infraestructura, de los bienes y de los servicios. Estos factores también plantean un gran desafío para financiar, desarrollar y mantener el suministro de aguas y de sistemas de saneamiento, las redes de drenaje y otras infraestructuras hídricas esenciales.

La urbanización rápida y no planificada de las regiones montañosas también está ejerciendo presión sobre los ecosistemas de montaña frágiles, repercutiendo en la disponibilidad de agua, su calidad y seguridad. Los sistemas de agua y saneamiento descentralizados pueden resultar especialmente eficaces en las regiones de montaña, ya que reducen el riesgo de daños a la infraestructura en las zonas escarpadas más expuestas a frecuentes corrimientos de tierra.

Los riesgos naturales como corrimientos de tierras, terremotos, riadas, GLOF y aludes pueden dañar la infraestructura de suministro de agua y saneamiento e interrumpir el acceso a los servicios de agua, saneamiento e higiene. Dichos riesgos incrementan la vulnerabilidad de comunidades de montaña ya de por si vulnerables y a menudo marginadas, y desestabilizan algunos de los sectores que generan riqueza en ellas, como la agricultura, el turismo y la biodiversidad.

Entre los ejemplos de acciones de adaptación en regiones montañosas se incluyen: estudios de viabilidad para construir zonas de almacenamiento y desviaciones de emergencia y controlar los vertidos de los lagos glaciares; planificación y gestión de cuencas fluviales para su optimización; monitoreo de los cambios de los glaciares a lo largo del tiempo; establecimiento de sistemas de reducción de riesgo de GLOF y de alerta temprana en las cuencas fluviales con áreas heladas.

Industria y energía

En las zonas de montaña en las que abundan relativamente los recursos hídricos y otros recursos se han desarrollado industrias que dependen del agua. El agua es necesaria no solo para el sector industrial y la generación de energía, sino también para el procesamiento de minerales, la producción de madera y el desarrollo del turismo en las zonas montañosas.

La generación de energía hidroeléctrica es una de las principales industrias de las zonas de montaña. La presencia de desniveles y la forma de los valles de montaña posibilitan la producción de energía hidroeléctrica sin necesidad de construir grandes presas y embalses. Sin embargo, la construcción y presencia de presas y embalses, de líneas de transmisión y subestaciones puede tener un impacto muy negativo en los ecosistemas de montaña frágiles.

Más allá de la disponibilidad de agua, un reto importante para la industria y la producción de energía es la altitud a la que se puede operar. Puesto que dichas condiciones pueden generar ingentes costes de inversión y funcionamiento, las actividades industriales suelen limitarse a aquellas que proporcionan una alta rentabilidad de inversión.

El desarrollo industrial y energético puede afectar a la calidad del agua. Las zonas montañosas aisladas son difíciles de controlar, lo que puede dar pie a extracciones de agua y vertidos incontrolados, incluidos vertidos de contaminantes.

Para hacer que la producción industrial y energética en las zonas montañosas sea sostenible ya existen soluciones, mientras que otras se están desarrollando. La economía circular fomenta la reducción del uso de agua, el reciclaje de las aguas utilizadas y la reutilización de los recursos hídricos. Las tecnologías respetuosas con el medio ambiente comprenden prácticas como el uso de tecnologías menos contaminantes, una mejor gestión de recursos y un reciclaje efectivo de los residuos. La ecologización de las infraestructuras grises o su sustitución por infraestructuras verdes puede ser especialmente eficaz en las zonas de montaña.

Medio ambiente

Los ecosistemas de montaña y de altiplano proporcionan servicios esenciales para la población que vive en las montañas y a miles de millones de personas que viven en las zonas bajas de los valles. La regulación del agua (lo que incluye el almacenamiento de agua y el control de las inundaciones) es uno de los servicios más importantes.

Entre otros servicios ecosistémicos esenciales figuran la reducción del riesgo de erosión del suelo y de corrimientos de tierra, el enfriamiento de las temperaturas locales, la captura de carbono, el suministro de alimentos y fibras y el mantenimiento de reservas de recursos genéticos para cultivos y ganado adaptados a las condiciones locales.

Se estima que los bosques cubren el 40% de las áreas montañosas y desempeñan una función protectora frente a los riesgos naturales, ya que estabilizan las laderas escarpadas, regulan los cursos de agua hacia los acuíferos subterráneos, reducen la escorrentía superficial y la erosión del suelo y mitigan el riesgo potencial de corrimientos de tierra e inundaciones. El cultivo insostenible de árboles puede producir una mayor erosión del suelo y reducir la infiltración de aguas en el terreno.

Los suelos de montaña se desarrollan en condiciones climáticas duras. Son muy distintos de los suelos de las tierras bajas, ya que son menos profundos y más vulnerables a la erosión. Con frecuencia las diferentes actividades humanas pueden degradar fácilmente estos suelos, especialmente al eliminar la vegetación que deja expuesto el suelo pelado. La recuperación de los suelos degradados y, por consiguiente, de los ecosistemas de altura es lenta.

A nivel de ecosistema, la mayoría de las opciones para abordar los impactos de los cambios que se producen en la criosfera y en alta montaña incluyen la conservación y restauración de la funcionalidad de los ecosistemas para mantener o mejorar los servicios ecosistémicos de escala local a escala regional mediante soluciones basadas en la naturaleza (SBN) o AbE. Actualmente es frecuente que estos enfoques se consideren como un componente de adaptación en las contribuciones determinadas a nivel nacional de muchos países del mundo.