En unos días llegarán tres familias que se sumarán a las cuatro ya instaladas.
Hoy no es un Día de Acción de Gracias cualquiera. Al menos no lo es para los miles de militares estadounidenses que custodian la frontera con México y que no estarán con sus familias para cenar el clásico pavo relleno. Tampoco lo es para los miles de centroamericanos que escapan de las pandillas, del hambre, y que marchan en fila hacia la defendida frontera, como si del otro lado de la cerca estuviese la ansiada salvación. Mucho menos lo es para tres familias salvadoreñas que, en lugar de sumarse a esas sufrientes caravanas, antes de fin de año encontrarán su cobijo en Uruguay.
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