24 junio 2025
Pronunciado por: Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
Distinguidos Miembros del Gobierno,
Excelencias,
Socios y colegas,
Amigos y amigas,
Saludos. Ayubowan. Vanakkam. Assalaamu-Alaikum. Estoy encantado de estar aquí en esta hermosa isla verde, con su rico entramado de personas, idiomas y religiones, y con sus esperanzas depositadas en un nuevo futuro.
Nos encontramos ante un momento relevante para este país y para el mundo.
La credibilidad del derecho internacional está siendo socavada por violaciones flagrantes de los derechos humanos, y por una defensa débil e incoherente del respeto al derecho por parte de los Estados.
Como resultado directo, el sufrimiento horrendo y evitable de civiles en Gaza, Ucrania, Sudán, Myanmar y en muchos otros países que podría enumerar, está provocando un daño profundo que se hará sentir durante generaciones.
Siglos y siglos de experiencia del ser humano nos advierten de que sin leyes firmes, la violencia y la destrucción irán al alza, sin control alguno. Sin respeto por los derechos humanos, los fuertes hacen lo que quieren, mientras que los débiles sufren opresión.
Es la justicia, anclada en la igualdad y los derechos de todos los seres humanos, la que nos mantiene a salvo del poder sin limitaciones, de los privilegios, de la explotación y la violencia.
O, tal como lo expresa la Declaración Universal de los Derechos Humanos: "considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana."
Esta frase tan clara y rotunda destila una sabiduría profunda y condensa todas las tradiciones espirituales y religiosas de este planeta.
Los derechos humanos son los cimientos de las vías que nos alejan de las guerras; de la miseria; de las injusticias y de la violencia. Los derechos humanos abren nuevas perspectivas de soluciones, las cuales propician sociedades más armoniosas y equitativas, en donde las personas puedan vivir en una mayor paz y libertad. De hecho, la Carta de las Naciones Unidas habla de un "concepto más amplio de la libertad".
Este país, que ha sufrido indeciblemente, sirve de ejemplo para evidenciar lo valiosa que es la paz, y para saber que es lo que se necesita para preservarla.
Distinguidos y distinguidas invitados e invitadas,
Por todo el mundo, ha llegado la hora de que Gobiernos y pueblos de todos los rincones alcen su voz en favor de los valores universales que representan la piedra angular de un estado de derecho eficiente, de una prosperidad sostenible y de una paz duradera.
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en derechos y dignidad. Esa es la aspiración más radical de los derechos humanos.
Un niño o niña de Gaza tiene exactamente los mismos derechos que un niño o niña de Israel.
Y todos esos derechos son compartidos también, de manera obvia, por todas las personas y comunidades que habitan Sri Lanka.
Estos derechos incluyen los derechos a libertad de expresión, de reunión pacífica, así como de participación en la toma de decisiones. Los derechos a estar a salvo de discriminación, de amenazas o de torturas. El derecho a la justicia y a una rendición de cuentas verdadera por los daños cometidos. Los derechos a una alimentación adecuada, a sanidad y a vivienda, además de muchos otros derechos fundamentales económicos y sociales, que son claves para la dignidad humana.
Estos derechos son algo que está en nuestro haber, como seres humanos que somos. Y son también los elementos esenciales que nos protegen ante la tiranía y la violencia sin control.
Es por ello que al enfrentarnos a conflictos que se van multiplicando y a la miseria que se extiende por todo el mundo, continúo apelando a todos los Estados a defender de manera enérgica y coherente todos estos derechos, así como el derecho internacional acordado que emana de ellos. Los derechos y las leyes van de la mano.
Excelencias,
En el panorama global complejo y violento que nos rodea, puede que encontremos lecciones útiles para Sri Lanka, así como lecciones que el mundo debe aprender de Sri Lanka.
Esta encantadora isla se recupera hoy de décadas de división y violencia, a la vez que tuvo que lidiar también con una profunda crisis económica.
Sri Lanka es un país que ofrece grandes promesas en materia de derechos humanos. Es un país que se ha aferrado a sus instituciones democráticas cuando ha tenido que atravesar conmociones y tensiones dolorosas. Ha invertido en educación universal, lo que ha arrojado generaciones de jóvenes quienes representan un recurso extremadamente valioso para el futuro.
Pero hoy, Sri Lanka se ve amenazada por dos trampas distintas: la trampa de la impunidad y la trampa de la desigualdad.
Es el pueblo de Sri Lanka el que tiene que hallar el camino para salir de estas trampas. Hoy estoy aquí para animarles durante ese recorrido. Y esta noche quiero subrayar cómo los derechos humanos pueden ofrecer rutas para encontrar soluciones que nos permitan escapar de esas trampas, y para superar las divisiones del pasado.
En primer lugar, la impunidad.
Muchos Estados han sufrido años de guerra, de conflicto armado interno o de represión. Algunos de ellos han conseguido acordar una reconciliación auténtica. Partiendo de una sociedad desgarrada y encadenada a la violencia y la división, han ido construyendo un tejido de respeto, un contrato social que resuelva las disputas por medios pacíficos, y que preserve la armonía a través de la inclusión.
Hemos podido comprobar esfuerzos de este tipo en, por ejemplo, Irlanda del Norte, Gambia, Timor Leste, Liberia, Sierra Leona, y Colombia, por citar solo unos pocos ejemplos recientes. También podemos fijarnos, por supuesto, en Sudáfrica, en cómo Sudáfrica ha superado el terrible régimen del apartheid.
Prestar atención de una forma constante y firme a las voces y derechos de las víctimas, así como a las de sus familias, es esencial para esta labor. Las comisiones sobre la verdad y la conmemoración son elementos clave para la justicia de transición, sumado a las reparaciones para las víctimas. Aunque también es fundamental exigir responsabilidades a los autores de los crímenes más graves.
Es vital en pro de la justicia. Es vital como elemento disuasorio.
Vital para las víctimas que han sufrido dolor y pérdidas inconcebibles.
Vital para el futuro.
Para poner fin a las olas de violencia que se desatan, una y otra vez, destrozando naciones y vidas humanas, y para volver a tejer conjuntamente un sentimiento de destino compartido entre comunidades y vecinos, debe existir un entendimiento compartido sobre la verdad de lo sucedido, y una convicción compartida de que está prevaleciendo la justicia.
Como austriaco que soy, comprendo las dificultades que entraña la justicia de transición. De niño, solía escuchar que mis compatriotas austriacos fueron las primeras víctimas de los Nazis: una verdad reconfortante.
En términos generales, no fue hasta la década de 1980, 50 años tras la llegada al poder de los Nazis, cuando el pueblo de mi país se enfrentó finalmente a la verdad: el pueblo austriaco había cometido también crímenes abominables, y tenía que rendir cuentas por ello.
Yo sé que aceptar la realidad de las masacres, del terrorismo, de las desapariciones forzadas, de la tortura o la violencia sexual es un proceso altamente doloroso.
Pero cuando no existe reconocimiento de los crímenes infligidos sobre víctimas y sus familias, cometidos por todas las partes, las reivindicaciones y la hostilidad se agravarán.
La trampa de la impunidad se hace más profunda.
Las personas inventan narrativas revisionistas para negar o justificar crímenes atroces, o incluso para glorificar a los responsables.
Comisiones e investigaciones que no conducen a nada, o cuyas recomendaciones no acaban nunca llevándose a la práctica, terminan por erosionar la confianza pública y agravar el trauma para las víctimas.
Quiero dejar claro este punto: una ausencia de justicia debilitará la estabilidad que ofrece la paz.
Contrariamente, reconocer la verdad crea el espacio para la justicia y las reparaciones y, en última instancia, la reconciliación.
La rendición de cuentas y la justicia, que incluya el pleno reconocimiento de la verdad sobre los actos que se cometieron contra las personas, dan forma al camino hacia una reconciliación duradera.
Esto a su vez es clave para fomentar un crecimiento económico y desarrollo sostenible inclusivos. Es por esto que no podemos separar una esfera de la otra.
Distinguidos invitados e invitadas, queridos amigos y amigas,
Permítanme que dirija mi atención ahora hacia la segunda trampa: las desigualdades y miseria económica que están tan profundamente conectadas con las divisiones sociales, y con la violencia.
Muy a menudo, en el mismo origen de las crisis a las que se enfrentan las Naciones Unidas, nos encontramos con violaciones entrelazadas de derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos.
Un elemento común a muchas de estas crisis es una miseria económica imposible de soportar, la cual deja a las personas sintiéndose alienadas y abandonadas, lo que intensifica la falta de confianza.
El conflicto y la división, a su vez, profundizan el colapso económico, y favorecen la aparición de la corrupción, la cual mina aun más la confianza.
No obstante, los Estados pueden eliminar la discriminación que sustenta las desigualdades. Muchos de estos Estados han dado pasos importantes en esta dirección, obteniendo un impacto positivo enorme en lo que se refiere al crecimiento económico, el éxito académico y la prosperidad, para todas las personas.
Los Estados pueden situar los derechos humanos en un lugar central en todas las políticas relativas a la economía y los negocios: invirtiendo en el acceso por las personas a educación y sanidad de calidad; a protección social universal; a empleo decente; a alimentos, agua limpia, saneamiento y vivienda; y a un medioambiente limpio, sano y sostenible.
La consolidación de estos derechos propicia economías más resistentes y sociedades más prósperas. En el entorno cambiante de las economías actuales, estos derechos pueden aportar ayuda crucial y vital que proteja a las personas ante la extrema pobreza y les ayude a vencer dificultades temporales.
Además, son asequibles, como han demostrado muchas naciones en desarrollo. La Organización Internacional del Trabajo demostró que un plan de protección social universal que incluya prestaciones para todos los niños y niñas; prestaciones de maternidad para todas las mujeres y los recién nacidos; prestaciones para todas las personas con discapacidades graves; y pensiones por vejez de carácter universal, costarían un promedio del 1,6 por ciento del PIB de un país en desarrollo. Y yo confío en que en la próxima Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, este punto forme parte integrante de los temas a debatir. Por otro lado, la pandemia de COVID nos enseñó, asimismo, algunas lecciones destacadas.
Junto con estos aspectos esenciales que caracterizan a una economía basada en los derechos humanos, muchos Estados han adoptado medidas destinadas a regular las actividades empresariales para garantizar que estas respetan los derechos humanos en todas sus operaciones y cadenas de suministro.
Estas naciones también han hecho directamente frente a la corrupción que roba del erario público, y del bien común, únicamente para el lucro personal.
Las Naciones Unidas cuentan con varios programas para apoyar a los Gobiernos en estas áreas.
Me gustaría también subrayar la necesidad de reformas globales de las instituciones financieras internacionales, con el fin de liberar a muchos países (incluyendo a Sri Lanka) de las aplastantes cargas de la deuda, la cual representa un obstáculo enorme para las inversiones en derechos humanos.
Ministros y ministras, colegas, amigos y amigas,
Mi Oficina lleva trabajando 21 años en Sri Lanka promocionando la dignidad humana, la justicia y los derechos.
Desde el final de la guerra civil, hemos defendido y apoyado el progreso hacia un sociedad más equitativa, libre de discriminación, con instituciones transparentes y responsables, así como con una participación significativa de las personas en las tomas de decisiones y en la vida pública. Hemos ofrecido asesoramiento para la reforma de leyes problemáticas que han supuesto el origen de tantas violaciones.
Las sociedades tienen muchas más probabilidades de seguir progresando cuando abrazan voces diferentes, ya hablen esas voces literalmente en idiomas diferentes, o sirvan para introducir opiniones discrepantes. Un espacio cívico amplio y libre, así como medios de comunicación independientes, no son solamente una bendición en sí mismos: son también un factor fundamental a la hora de construir economías e instituciones sólidas y resilientes.
La plena participación de las mujeres es también esencial para todos los aspectos de la sociedad, incluyendo para el crecimiento económico y para el trabajo que conlleva crear y mantener la paz. Un importante estudio global concluyó que la participación de las mujeres en un proceso de paz aumenta la probabilidad de que se logre un acuerdo de paz con una duración de 15 años en un 35 %.
Las mujeres deben tener un papel destacado en la consolidación de la paz en Sri Lanka, y por ende, en todos los ámbitos de la vida, desde en la educación y la sanidad hasta su representación en el parlamento. He podido constatar que el parlamento actual cuenta con una cuota superior de mujeres. Por supuesto, se puede hacer más. Resulta esperanzador que esta sea la dirección tomada. Aquí, como ocurre en todos los países, mi Oficina hará todo lo que esté en sus manos para promocionar la igualdad y los derechos de las mujeres y las niñas.
Seguiremos también con nuestra labor para defender la rendición de cuentas y para promover la reconciliación en este país. Hemos recopilado y analizado distinta información y estamos listos para ayudar en procesos futuros de rendición de cuentas. También hemos ofrecido asesoramiento sobre los elementos principales que han de formar parte de un planteamiento sobre justicia de transición. Hemos apoyado el refuerzo de la función independiente de la Comisión de Derechos Humanos de Sri Lanka, así como la colaboración del Gobierno con el sistema de derechos humanos de las Naciones Unidas. También acojo con gran satisfacción la colaboración del gobierno con nosotros y con el sistema en su conjunto.
Algunas personas puede que consideren los derechos humanos como algo impuesto desde fuera.
Pero los derechos humanos tienen que ver con vosotros, como habitantes de Sri Lanka que sois. Tienen que ver con vuestras preocupaciones, vuestros derechos, vuestra libertad, vuestras vidas.
Traemos un espejo a este país. Un espejo que en ocasiones puede reflejar una imagen incómoda, como ocurre con los espejos, pero que a la vez os devuelve vuestra verdad.
Fueron las aspiraciones del pueblo de Sri Lanka por una sociedad nueva y más justa y por un orden social más humano las que atrajeron a muchas personas de todas las comunidades, y de todos los ámbitos de la sociedad, a manifestarse en las calles en las protestas de Aragalaya de 2022.
Esta semana conversaré con miembros del Gobierno, y muchos otros interesados variados, sobre cual es el mejor modo de que mi Oficina y todo el sistema de las Naciones Unidas pueda mejorar nuestra cooperación para prestar apoyo a los derechos de toda la población de Sri Lanka, y para avanzar en algunas de las cuestiones que he planteado esta tarde.
El liderazgo económico que promocionará los derechos humanos y que combatirá las desigualdades y la corrupción.
Un espacio amplio de libertades cívicas fundamentales.
Y la ardua tarea de la búsqueda de la verdad y la rendición de cuentas.
Estoy aquí para apoyar y honrar a las víctimas de violaciones de derechos humanos, y para fomentar medidas que puedan propiciar la reconciliación para la población de este hermoso país sin parangón.
Sri Lanka se encuentra ante un momento clave. Podemos estar ante un nuevo capítulo y una nueva oportunidad. Las personas de este país están llenas de ilusión y reclaman compromisos auténticos por parte de sus líderes a todos los niveles de gobierno.
En un contexto de amenazas globales cada vez más sombrías, este país puede mostrar al mundo que una sociedad es capaz de dar la espalda a la violencia, y construir una nueva trayectoria hacia el respeto, la prosperidad inclusiva y la paz.
Gracias.