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Haiti

Infancia en Haití: sin hogar ni escuela, con hambre y violencia

Los niños y niñas haitianos enfrentan un entorno desafiante tras el terremoto que azotó el país.

Por Molière Adely, Lucía Baldomir y Elisa Lieber

Los niños y niñas haitianos enfrentan un entorno desafiante tras el terremoto que azotó el país y destruyó viviendas, escuelas, hospitales y en el que fallecieron al menos 2.200 personas y 12.000 resultaron heridas en medio de una generalizada pobreza.

Les Cayes, Haití - "Me gustaría que nos construyeran una casa para poder dormir tranquilos”, ruega esperanzada Germine Pierre, de 10 años, una de las 540.000 niñas y niños que fueron afectados por el terremoto de magnitud 7.2 que devastó el suroeste de Haití el pasado 14 de agosto.

Bastaron solo segundos para que los niños y niñas quedaran sin vivienda, escuela ni atención médica adecuada, profundizando las vulnerabilidades ya existentes en uno de los países más pobres de la región. Algunos incluso se quedaron sin familia tras separarse en medio del caos o perdieron a sus padres o cuidadores entre los 2.189 muertos que dejó el terremoto.

Cuando la tierra se quebró, Germine estaba en la cama. "Sentí el temblor y salí corriendo porque no entendía lo que estaba sucediendo". La niña fue rescatada por muy poco en el corredor de entrada a su casa. "Cuando estaba saliendo del corredor un bloque me cayó encima y al salir ya había muros caídos", relata. No se podía levantar por sus propios medios; felizmente, su madre que volvía del mercado la rescató, pero no pudo evitar que sufriera lesiones en los pies y un esguince en el dedo pulgar de su mano derecha. "Hasta ahora sigo sintiendo dolor", expresa desde la carpa en la que vive, como tantos otros.

"Al ver que mi hermana era una de las víctimas, lloré", explica Gerlin, hermano de Germine que quedó en estado de shock y hoy acompaña a su padre, Jean Mari Pierre, a recibir los kits de ayuda del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en el patio de la escuela Nacional Jean Paul II, cerca del puente de l’Islet.

El terremoto ha destrozado todo y la población está desesperada. Más de 115.000 casas fueron dañadas o completamente destruidas, lo que ha hecho que muchos niños, niñas y adolescentes hayan tenido que ir a vivir a las calles.

"Desde el día del terremoto duermo en el suelo con mis hijos. El terremoto destruyó mi casa. No sé qué hacer", dice agobiada Rose Seline Fantaisie, de 25 años, mientras prepara una sopa para la familia frente a los escombros de su casa. Rose es madre de un niño y de una niña que duermen a cielo abierto en Cavaillon, una comuna situada a 19 kilómetros de la ciudad de Les Cayes, donde prácticamente todas las casas se derrumbaron. Su pequeño hijo no se encuentra bien y se niega a comer. "Aquí no hay hospital y no tengo dinero para llevarlo a uno en otro lugar", lamenta Rose. Antes del terremoto ella y su marido vendían fresco, un hielo rallado mezclado con jarabe, pero ahora no cuentan con los medios para continuar el negocio.

"Aquí en Cavaillon, una bolsa de agua cuesta 5 gourdes (0,05 dólares). Luego del terremoto, cuando nos hacen falta, es difícil obtenerlas", dice Rose.

Toda su esperanza está centrada en la ayuda que pueda recibir de las organizaciones humanitarias, así como de las autoridades haitianas.

En medio del caos, para atenuar el sufrimiento y evitar epidemias de enfermedades transmitidas por el agua, UNICEF distribuyó agua potable, material de higiene y saneamiento. También instaló, con el financiamiento de la Dirección General de Protección Civil y Ayuda Humanitaria de la Unión Europea (ECHO) y junto a la dirección Nacional de Agua Potable (DINEPA), más de cuatro grandes depósitos de agua segura en las zonas más afectadas por el terremoto.

Según Joseph Beneche, oficial WASH de UNICEF Haití, estos contenedores permiten almacenar aproximadamente 10.000 litros de agua como para abastecer a 250 familias. Los niños y las niñas de esas familias tendrán acceso a agua potable, lo que evitará nuevas enfermedades producto del consumo de aguas estancadas. “Estamos en contacto con el Técnico de Agua Potable y Saneamiento para las Comunas (TEPAC), él nos notificará ni bien se acabe el agua para recargarlos", asegura el oficial WASH.

Pero además de la falta de agua está la de alimentos. En las calles, los que lograron sobrevivir, buscan cómo alimentarse. Se estima que 4,4 millones de haitianos (casi 40 por ciento de la población) padecen inseguridad alimentaria y que 217.000 niños y niñas sufren de desnutrición aguda.

UNICEF está haciendo esfuerzos para llegar a las familias con alimentos terapéuticos y suplementos nutritivos listos para el consumo que eviten un deterioro en el estado nutricional de los niños y niñas que ya muestran tasas alarmantes de desnutrición.

Con falta de alimentación y muchos heridos por el terremoto, los niños, niñas y sus familias también enfrentan los problemas de acceso a servicios médicos que colapsaron con la tragedia. Hoy se ven niños y niñas acostados en camas o lonas improvisadas en plena calle o patios de hospitales mientras reciben suero o son atendidos por traumatismos.

Antes del terremoto UNICEF estimaba que 2,95 millones de personas, incluidos 1,2 millones de niños y niñas y 400.000 mujeres embarazadas y adolescentes, requerían atención médica de emergencia, la que se había vuelto difícil debido a las restricciones relacionadas con la COVID-19.

La llegada de ayuda no ha sido fácil ya que ha tenido que sortear la violencia instalada en el país, así como las inundaciones y deslizamientos producto de la tormenta tropical Grace. Las pandillas son otra amenaza para los niños y niñas y adolescentes en Haití. Hace apenas un mes el presidente Jovenel Moise fue asesinado.

En ese contexto las escuelas podrían haber significado un refugio para los niños en medio de la desolación. Pero 260 (el 10 por ciento de las ubicadas en Grand’Anse, Nippes y Sud, los tres departamentos más afectados) fueron destruidas y es incierto, incluso, si podrán retomar las clases tras un año sin educación, lo que hace más vulnerable el futuro de los niños y niñas. Antes del terremoto, según estimaciones de UNICEF, ya había 500.000 niños y niñas que podrían no volver nunca a las aulas.

Germine había sido admitida en quinto grado, pero teme que no podrá cursarlo porque su escuela es una de las 94 destruidas o dañadas, identificadas por UNICEF.

"El edificio de mi escuela colapsó. Por lo que no sé si podré ir a la escuela", dice la niña que desea convertirse en enfermera para poder curar a la gente.

Antes del terremoto, según datos de UNICEF, 1,9 millones de niños se encontraban en emergencia en un país de 11 millones de habitantes, en su gran mayoría pobres que en 2010 ya había sido golpeado por otro terremoto que ocasionó la muerte de más de 300.000 personas.

Se necesitarán 15 millones de dólares para responder a las necesidades urgentes, según estimó UNICEF. Con esto se podrá atender a al menos 385.000 personas incluidos 167.000 niños y niñas menores de cinco años durante un período de ocho semanas. Las ayudas abarcan programas en salud, agua, saneamiento, protección infantil, educación, protección social y comunicación. También transferencias en efectivo a los más vulnerables y otros paquetes de medidas para lograr al menos un primer cambio en las condiciones de vida de los niños.