Hace diez años el huracán Mitch cambió sus vidas; muchos de ellos perdieron sus hogares, o sus medios de subsistencia. Sus comunidades fueron arrasadas. Pero gracias a los proyectos de desarrollo, en los que los damnificados participan de forma directa, han podido mejorar sus condiciones de vida.
Es el caso de María Eugenia Raxuleu, de Guatemala. Era sólo una niña cuando el Mitch arrasó gran parte de lo que tenía. Hoy, con 23 años, puede vivir de la venta de los productos que realiza como costurera, y preside la Asociación de Mujeres Artesanas Txumil, una iniciativa de Cruz Roja para potenciar la labor profesional de las mujeres. Así, estas artesanas diseñan y producen los "huipiles", prendas típicas de Guatemala, y los venden a los turistas. Con su microempresa han logrado llegar a ferias artesanía. En Honduras, han mejorado su comunicación con los compradores gracias a las clases de inglés que les imparte June Spencer, voluntaria de Cruz Roja.
Más de un millón y medio de personas perdió su hogar a causa del Mitch. Muchos de ellos tuvieron que ser realojados en albergues temporales, mientras se iniciaba la reconstrucción de sus casas. Cruz Roja ha construido más de 2.600 viviendas dotadas de electrificación, agua potable y saneamiento, para los damnificados por el huracán.
Los propios beneficiarios han participado en el diseño y la construcción de sus hogares, y han sabido unirse para crear nuevas comunidades. Así ha ocurrido en Ciudad España, Honduras, el proyecto habitacional más grande de Cruz Roja. Vanesa González, una de las vecinas, cree que "esta casa es importante para nosotros porque hemos participado en su construcción, y forma parte de una nueva comunidad que tenemos que sacar adelante entre todos". Tanto, que ella misma, con 23 años, preside el Comité de Jóvenes de Ciudad España.
Los jóvenes perdieron con el Mitch su infancia y sus escuelas. Para evitar que la pobreza y la falta de recursos les llevaran a la calle y a la violencia, Cruz Roja ha puesto en marcha varios proyectos. Entre ellos, el de Prevención de Violencia Juvenil, que en Nicaragua ayudó a Edwin Chévez, de 18 años, a dejar la pandilla "La Calle Loca", y a cambiar las armas por el trabajo.
También a los jóvenes les da una oportunidad Rodolfo Sauceda, que con la ayuda de Cruz Roja organizó un taller de artesanía en cuero, en el que los alumnos se convierten en protagonistas de su propio futuro aprendiendo el oficio de realizar productos de cuero que les permitan, incluso, crear sus propias micro empresas.
Diez años después del Mitch, los damnificados por el huracán han podido recuperar parte de lo que perdieron y ser los protagonistas de su desarrollo y de su futuro.