Las inundaciones suponen un desafío añadido a las comunidades vulnerables
Las intensas lluvias no son un fenómeno nuevo en la región andina de Sudamérica. Sin embargo, a pesar de la grave alteración que las lluvias generan en las vidas y sustentos de miles de personas, su regularidad implica que no suela hablarse de ellas o que no capten la atención del público general.
A principios de 2012, Ecuador fue azotado por una serie de fuertes tormentas que provocaron inundaciones, desbordamientos de ríos y corrimientos de tierra. Los voluntarios de la Cruz Roja Ecuatoriana actuaron de inmediato en las provincias más afectadas para rescatar y evacuar a los afectados, proporcionarles atención prehospitalaria y apoyo psicológico, además de evaluar la magnitud de los daños y las necesidades.
Teresa Basurto es madre de tres hijos. Su hijo menor tiene 14 años y estudia a más de 300 km de distancia de su hogar en La Armenia; sus otros dos hijos se casaron y ya no viven en casa. Cuando una intensa tormenta arrasó el distrito, la casa de Teresa quedó inundada y perdió su cultivo de arroz, sus pollos y sus cerdos, las tres principales fuentes de ingresos de la familia.
Afortunadamente, su vivienda, hecha de cañas y con tejado de zinc, resistió el azote pero se le aconsejó que no permaneciera en ella en los días críticos por riesgo de más inundaciones. Un breve período de evacuación, durante el cual Teresa se quedó con su familia, se convirtió en un mes y medio fuera de casa.
Teresa recuerda que la situación empeoró porque no tenía trabajo pero con la ayuda de amigos que le dieron semillas de arroz, pudo volver a trabajar. Recobrar esta fuente de ingresos fue vital y le permitió comprar arroz curado y emplearlo como semilla.
La experiencia de Teresa no es una excepción. La Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos de Ecuador indica que esta tormenta afectó a más de 121.000 personas. Más de 7.340 tuvieron que abandonar sus hogares y quedarse en refugios o en casa de sus familiares. Las inundaciones dañaron o destruyeron viviendas, colegios, carreteras, puentes y otra infraestructura básica.
Con el apoyo de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja y la financiación de la Dirección General de Ayuda Humanitaria y Protección Civil de la Comisión Europea (ECHO), la Cruz Roja Ecuatoriana proporcionó alimentos y paquetes de higiene personal y difundió mensajes sobre prevención de enfermedades y promoción de la salud entre las familias de las provincias costeras de Manabi, Los Ríos y Guayas.
Los efectos de las tormentas en la agricultura tienen una repercusión significativa en la capacidad de la comunidad para recuperarse. Rodolfo Carriel es un agricultor que vive en Bebo, en el distrito de Salitre. Tiene mucha experiencia a sus espaldas en inundaciones pero la fuerza de la catástrofe de 2012 le cogió por sorpresa.
Cuando llegó la tormenta, Rodolfo estaba en el comité de la comunidad de Salitre y respondió a la emergencia con amigos del comité. Un muro de 20 metros de altura se derrumbó y provocó una gran inundación que dejó a su familia sin los cultivos de arroz, sin los animales y con una parcela de terreno incapaz de mantener su trabajo. La familia estaba desolada. “Prácticamente nos quedamos sin hogar”, afirmaba. Además de la ayuda de emergencia, la Cruz Roja Ecuatoriana también comenzó a preparar a las comunidades para el riesgo de enfermedades transmitidas por el agua, como el dengue, que puede aparecer después de las inundaciones. “Me sentí muy agradecido porque la ayuda llegó justo cuando la necesitábamos”, indicaba Rodolfo.
Teresa teme que si las inundaciones de este año son igual de duras, las comunidades no estén plenamente preparadas pero, al menos, gracias a los programas que apoya la Cruz Roja Ecuatoriana, la Federación Internacional y ECHO serán conscientes de los riesgos y conocerán algunas de la cosas que pueden hacer para reducir el impacto.
Por Enrique Guevara, en Panamá