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Cierre de escuelas para refugiados rohingya

En los últimos meses, los recortes en la ayuda exterior de muchos países, especialmente de Estados Unidos desde que Donald Trump asumió el cargo, han hecho aún más difícil la vida de algunas de las personas más vulnerables de todo el mundo.

Veamos hoy cómo los recortes de financiación han provocado el cierre de miles de escuelas para niños y niñas rohingya que viven en campos de refugiados en Bangladesh.

Más de un millón de rohingya han huido a Bangladesh de las atrocidades del ejército de Myanmar. Actualmente, la junta de Myanmar lucha contra el Ejército Arakan. Los rohingya han sido objetivo de ambos bandos.

Los refugiados rohingya en Bangladesh viven en campos de refugiados en el distrito de Cox's Bazar y en la isla de Bhasan Char.

No se les permite vivir fuera de los campos, y sus hijos tienen prohibido matricularse en las escuelas públicas o privadas normales de Bangladesh. Los niños y niñas crecen en campos donde la única educación disponible son clases informales, impartidas en "centros de aprendizaje" gestionados por agencias humanitarias, o en escuelas establecidas por profesores entre la comunidad rohingya.

Más de 300.000 niños y niñas se beneficiaron de clases gratuitas en los "centros de aprendizaje" gestionados por ONG. Los que pueden permitírselo asisten a clases dirigidas por la comunidad, que a juicio de los habitantes ofrece una educación de mejor calidad.

Son muchos más los alumnos rohingya de las escuelas dirigidas por la comunidad que llegan al segundo ciclo de secundaria. Sin embargo, según las políticas de Bangladesh, ningún niño rohingya puede acceder a una educación acreditada ni asistir a la universidad. Muchos estudiantes y profesores rohingya afirmaron que la falta de acreditación y de vías de acceso a la enseñanza superior provocaba altas tasas de abandono escolar en los campos. Otros abandonaron debido al riesgo de secuestro por parte de grupos armados y bandas criminales en los campos.

Pero ahora, ni siquiera ese imperfecto sistema educativo está a su disposición. Debido a los recortes de financiación, el sector de la educación humanitaria ha cerrado miles de centros de aprendizaje. Las escuelas dirigidas por la comunidad siguen abiertas, pero Bangladesh no las reconoce y, por tanto, no pueden recibir ninguna ayuda de las ONG humanitarias ni de la ONU. Cobran pequeñas cuotas y pagan poco a los profesores, pero siguen siendo de pequeña escala e inasequibles para muchos.

Independientemente de su estatus migratorio, todos los niños y niñas tienen derecho a una educación de calidad. Tras el cierre de los centros de aprendizaje y dada la mayor calidad de la educación en las escuelas dirigidas por la comunidad, las autoridades de Bangladesh deberían reconocer formalmente esas escuelas y acreditar y certificar la educación de los niños y niñas rohingya, mientras que los donantes y la ONU deberían incluir a los profesores rohingya en la toma de decisiones y en las funciones de liderazgo en materia de educación.

Es urgente eliminar los obstáculos a la educación de los niños y niñas rohingya, permitir la llegada de fondos para la educación comunitaria en los campos y evitar que toda una generación de menores se vea privada de su derecho fundamental a la educación.

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